Las lecciones culturales de Oriente
En Japón hay un concepto que resume el espíritu de Asia oriental: amae (depender de la benevolencia del otro). Para los asiáticos, tener un sentido de sumisión, reconocer la experiencia de otra persona, aceptar su protección y respetarla es una parte integral del ser. Esta palabra expresa la importancia que tiene la acción colectiva para el progreso de la sociedad. Todo lo contrario sucede en los países occidentales, en donde el mayor logro personal es alcanzar la independencia individual: cuanto más autosuficiente y especializada sea una persona, más valor tiene.
En momentos en que Colombia pretende acercarse a las milenarias culturas del Pacífico oriental, es fundamental conocerlas en su más amplio horizonte. Sin embargo, subsiste la tendencia a enmarcar las relaciones en el plano comercial antes que en el político, económico y cultural.
Los medios de comunicación y el mismo Gobierno colombiano parecieran centrarse en lo más accesible, hablar solo de comercio. Por ejemplo, sobre la más reciente visita del presidente Juan Manuel Santos a China, el registro noticioso se centró en los acuerdos comerciales firmados, solo uno de los seis puntos tratados por los dos Gobiernos.
Los medios chinos, en cambio, se interesaron en otros aspectos: intercambios políticos, educativos, culturales, de juventudes y sociales, etc. Ellos han estado dispuestos a conocer y a entender a América Latina, más allá de los lugares comunes. ¿Qué sabemos acá de las naciones asiáticas? Seguramente, solo clichés.
Una muestra clara de la visión china es que desde 1949 se enseña el español, además de otras cincuenta lenguas, de manera exhaustiva (incluso hay necesidad de profesores de nuestro idioma).
En Colombia, solo hasta el año 2004 llegó la primera profesora oficial de chino y, hasta el momento, no existen programas de educación superior sobre Asia. Argentina, Brasil y Chile llevan la delantera con maestrías, y México está a la cabeza con doctorados.
El enfoque reduccionista colombiano torna los vínculos más inmediatistas, más del corto plazo. Latinoamérica tiende a presentarse como un bloque fragmentado frente a escenarios y oportunidades que pueden ser mejor aprovechados. Las relaciones bilaterales se magnifican y eclipsan opciones de integración.
Faltan expertos
Superar el abismo cultural es un gran reto para el país. No se trata simplemente de falta de información sobre las respectivas culturas de negocios.
Hacen falta expertos conocedores de ambas culturas que sepan interpretar los códigos de la otra orilla. Es perentorio comprender el contexto de ambas regiones.
Para ello, es necesario que las universidades y centros de investigación ahonden en el conocimiento de las culturas, los idiomas y las relaciones entre Asia-Pacífico y América Latina.
Hay que conocer las particularidades de cada nación. Por ejemplo, el núcleo del libro blanco del Gobierno de Singapur dice: “La nación viene del grupo, la sociedad está por encima del yo” y “Consenso en lugar de controversia”.
El eslogan del Gobierno malayo ha sido “Look east!” (¡Miren al este!): contemplar los ejemplos y valores de Asia del este y aprender de ellos.
Y el Gobierno chino se ha concentrado en construir una sociedad armoniosa haciendo clara alusión al valor confuciano de la armonía (un vocablo occidental que no traduce con precisión el concepto chino).
Estos ideales permiten entender su evolución económica. Allá, el sentido de empresa refleja los valores sociales del trabajo colectivo, del compromiso y liderazgo que cada persona tiene con su labor.
No se trata de lo que yo sé, sino de lo que todos sabemos. Esto explica porque dichos países tienen menos capataces y directivos que Occidente. Un estudio halló que en China, por cada cinco mil empleados, solo hay quince jefes. Por eso, los procesos se demoran menos y hay más productividad.
Esto evidencia que en Asia del este la tradición no choca con la modernización. Ambas conviven y se complementan.
En los últimos años, sus sociedades han adelantado un proceso de recuperación de su propio legado como medio para manejar los problemas originados por la comprensión ciega del crecimiento económico y para impulsar el desarrollo. Aquí el confucionismo ha sido un elemento dinamizador.
Su concepción del tiempo también es destacable: mantienen una mirada a largo plazo, entendida como periodos de cincuenta a cien años. Esta visión determina el enfoque y el impacto de las políticas estatales y de las iniciativas de la empresa privada.
Además, en su comprensión del espacio, la meditada planificación de las urbes, la construcción oportuna de infraestructura (las ciudades invisibles chinas, aún sin poblar) y el aprovechamiento de zonas geográficas estratégicas, como ríos y puertos, le han permitido maximizar el ordenamiento del territorio y facilitar el progreso económico.
La construcción de confianza a partir de darle importancia a las relaciones cara a cara y a crear vínculos de largo plazo es un aspecto esencial de la diplomacia asiática.
Dispuestos al cambio
La educación tradicionalmente ha sido medio de movilidad y ascenso social, gracias al cultivo de la disciplina y el talento, insertos en una cultura del trabajo. De ahí que la mano de obra no solo sea barata, sino de alta calidad en términos de desarrollar una gran capacidad de autogestión y responsabilidad.
Otros valores tradicionales, como la austeridad, permiten maximizar el uso de los recursos.
Para construir las relaciones transpacíficas, e incluso para elaborar las políticas de los Estados latinoamericanos, ahondar en aprendizajes asociados a estos principios puede ser muy valioso.
El interrogante por responder para emprender este camino es el siguiente: ¿estamos preparados para aprender de estas civilizaciones, del mismo modo que los orientales están dispuestos a aprender de Occidente?